
En la obra de Fernando Pessoa, La hora del diablo, se dice que el sueño “Es una acción convertida en idea; y por ello conserva la fuerza del mundo y rechaza la materia, que es el estar en el espacio” y se dice “Corrompo es cierto, porque hago imaginar. Pero es peor es Dios; cuando menos, en un sentido, porque creó el cuerpo corrompible, lo cual es mucho menos estético. Los sueños, al menos, no se pudren. Pasan”; es por esto, que quiero hacer referencia a lo “bueno” y lo “malo” que son personificados por seres como lo son Dios y el diablo.
Desde que nacemos, escuchamos y aprendemos diferentes términos que se convierten en cotidianos y cuyo uso se presta para diferentes situaciones. Dos de esos términos son el bien y el mal.
Normalmente utilizamos estas dos palabras como si tuvieran vida propia.
Para “el bien” existe una personificación muy difundida en el mundo: Dios. Por otro lado, “el mal” es personificado por el diablo.
Usualmente si algo bueno sucede o consideramos alguna acción como digna de ser calificada como buena, automáticamente es atribuida a Dios. Y lo mismo para la asociación del mal con el diablo. Pero esto no constituye más que una abstracción necesaria para muchos en el sentido que permite separar unas acciones de otras.
Desde tiempos inmemoriales, el ser humano fue creando gradualmente seres imaginarios que, en una etapa inicial, representaban a la naturaleza misma, y posteriormente otros seres que cubrían necesidades y aplacaban temores. Con esto, fueron atribuyéndose poco a poco características y comportamientos humanos a estos seres.
Ahora, el concepto religioso del bien y el mal es absoluto, es decir, tajante y con fronteras muy delimitadas. Y es este el gran problema.
El concepto religioso define el bien como las cosas que ha mandado Dios que hagamos, y el mal como las que no. Todo esto se basa principalmente en libros como la Biblia.
Claro, decir que amar a los padres es bueno, es algo que nadie puede negar. Y lo dice en la Biblia. Pero, aprobar la esclavitud o la venganza es algo que se considera universalmente como algo malo. Sin embargo, el Dios de la Biblia ordena estas dos cosas.
Como podemos ver, la concepción religiosa del bien y el mal es muy subjetiva y altamente contradictoria.
Por otro lado, el bien y el mal se pueden analizar mejor desde un punto de vista de que la moral es un producto de la evolución del comportamiento humano: normas consensuadas que permiten un mayor beneficio y menor perjuicio a cada individuo que vive en una sociedad dada.
El bien y el mal son conceptos relativos y percibidos como tales (es decir, como bien o como mal) según la óptica de cada grupo cultural o social.
Si una persona hace daño a otra está mal, porque consensualmente ha sido determinado así, pero no quiere decir en lo absoluto que dicha persona ha sido movida por algún ente maligno portador de todo el mal existente.
El bien y el mal no son algo palpable ni algo que exista como tal. Son sólo conceptos relativos y que solo tienen sentido bajo el razonamiento humano. Son abstracciones creadas para clasificar formas de comportamiento o causas de este. Son conceptos tan relativos como el frío o el calor, o lo claro o lo oscuro.
Lo que debemos dejar de hacer es pensar que el que hace el bien está guiado por algún ente portador de todo el bien del mundo, y el que hace el mal lo está por algún ente portador de todo el mal. Esta actitud sólo genera odios, discriminación y más ignorancia de la que ya existe en este mundo.